jueves, 3 de abril de 2014

El tequila desordena el mundo


El viejo que siempre se sentaba junto a la barra masculló: “Creo que este era el sexto, demasiados... son demasiados. ¡Esta juventud!”.  Mordió una rodajita de limón. Se mareó  y se cayó al suelo con una mirada blanca como Nochevieja en el Polo Sur. No llegó a chupar el reguero de granos de sal que adornaban su mano.  Sangró por la oreja derecha. Alguien dijo “llamad a una ambulancia”. Bebió su nuevo chupito de tequila. La gente se empezó a poner muy nerviosa al ver que no se despertaba.  Entró en el bar con una sonrisa de oreja a oreja. El camarero soltó con voz de gallina clueca: “Pero, ¿cuántos se ha tomado?”. Una chica gritó.  Le cubrieron con una de esas mantas que parecen un papel de Ferrero Rocher. “Todo ha sido por culpa de que no tomó la sal” pensé decir... pero me callé.

Macyo

martes, 1 de abril de 2014

SÍSIFO ANTE EL VASO DE VINO.

Lo cantaron los griegos primero y aunque olvidemos los detalles, el castigo divino pasó de generación en generación: subir una piedra enorme hacia la cima, y justo antes de alcanzar la meta, la piedra caía y Sísifo tenía que comenzar de nuevo a subir colina arriba con la pesada carga.
Lo contó después un tal Camus, existencialista y francés, valga la redundancia, y Sísifo se hizo de carne y hueso porque Sísifo podría ser cada uno de nosotros: un tipo vencido por el absurdo, sin respuestas, viviendo porque sí, sin hacerse preguntas.

Y te lo cuento yo ahora, con unos versos robados a Parra, tú que ignoras al personaje, pero comprendes metáforas y analogías: 
“Ninguna plenitud
será más alta que el oscuro sótano
del vino”.

Antonio Martín