jueves, 30 de enero de 2014

Un loco más al volante

Estoy en la cárcel, solo, sin nadie, sin familia.
Lo perdí todo aquel día en el que cometí mi gran error. Salí aquella noche de fiesta con mis amigos. Celebramos que ya había un loco más al volante, ese era yo.
Me emborraché , perdí la cabeza, perdí el volante y la arrollé.
Hoy día, con tan solo 19 años, me doy cuenta de que segué una vida por culpa del alcohol.


Ángela Barbero

Mi fin

No podía creerlo. No, esto no me podía estar pasando a mí. La persona que más me quería y a la que más quería… No podía ser verdad. No podía haberlo hecho yo… ¿En qué momento me había convertido en este horrible ser?
Ahora lo recuerdo todo:
Todo comenzó cuando tenía 15 años, en el instituto. Yo solamente quería integrarme, hasta ese momento yo había sido un chico ejemplar, pero todo empeoró cuando comencé a salir. Mis amigos bebían mucho y yo sólo quería ser uno más. Empecé bebiendo una copa, pero todo se fue agravando y todos los fines de semana me emborrachaba.
Y aquí estoy, con 20 años delante del cuerpo de mi madre. 
Yo lo he hecho, yo la he matado.


                                  
                                                                                              Sara Risco 

martes, 28 de enero de 2014

¡Ahora lo entiendo todo….!


Cuando todos los días llegaba de la escuela, comía y veía un rato los dibujos pero, rápidamente, mi madre me llevaba a mi cuarto, me ponía música y me dejaba con mis juguetes. Después cerraba la puerta diciéndome; “No salgas para nada hasta que yo venga, por favor”. Yo no entendía por qué, pero hacía caso solamente de verle la cara. Yo jugaba con mis juguetes.   Tras varios minutos en el cuarto, escuchaba llegar a mi padre y en ese momento era cuando yo sentía miedo porque a pesar de tener alta la música, se empezaban a escuchar gritos, golpes y cosas rompiéndose. Me sentía aterrorizado,  no sabía qué pasaba, sólo que no debía salir de mi cuarto para nada. Así que yo intentaba centrarme en mis canciones y mis juguetes.
Al rato ya nada se escuchaba, todo estaba en silencio, ahí era cuando mi madre con los ojos llorosos me abría la puerta y me sentaba con ella en el sofá. Ella me sonreía pero, yo sabía que estaba mal, que se encontraba muy mal. A pesar de ser un niño yo me daba cuenta de cuándo estaba mal, aunque ella lo disimulara. Se echaba a llorar en mi hombro desesperadamente, y yo me sentía igual que ella, destrozado al verla así.

Hoy en día entiendo todo aquello, entiendo por qué mi madre me metía en mi cuarto, por qué lloraba desoladamente en mi hombro, entiendo aquel temor cuando estaba mi padre,… hoy sí lo entiendo y sé todas las razones de aquello.

Antonio Mellado

lunes, 27 de enero de 2014

Mamá

Desde por la mañana viendo a mi madre con una botella en la mano.
Así me levanto cada día, con esa imagen.
Mi padre se marchó hace mucho, no recuerdo exactamente cuándo, pero ese fue el desencadenante que hizo que empezara a beber.
Cada vez que vengo del instituto me la encuentro tirada en el sofá, con dos o tres botellas en el suelo. No hay nunca nada para comer, yo siempre acabo llamando para que traigan una pizza.
Intento esconderle las botellas pero ella siempre se enfada y me grita. Creo que ella piensa que el alcohol sustituye a mi padre y que todo está bien, pero esto algún día acabará mal.
No quiero ni llegar a casa el día que pase algo.

Jéssica Ríos

¿Qué está pasando?

Todo me da vueltas, veo borroso, no sé dónde estoy ni con quién.
¿Qué está pasando?
Recuerdo muy bien aquella tarde antes de salir, recuerdo que mi madre me dijo que no bebiera. Quedé en la esquina con Clara, la que iba con una bolsa de hielo, coca-cola y una botella de algo que "después probaría" y que "me gustaría mucho".
Era la primera vez que bebía y la verdad es que me estaba sentando muy bien.
Pero a medida que bebía más, iba mareándome, sintiéndome mal...
A partir de ahí no recuerdo nada más, solo sé que desperté y estaba al lado de mi madre.
Estaba en el hospital, me había dado un coma etílico.

Jéssica Ríos

martes, 21 de enero de 2014

Javier

La noche estaba llegando, Javier no regresaba a casa desde la noche anterior, en la que había salido de copas con sus amigos. Él no solía tardar. Una noche más su familia le esperaba para cenar.

Don horas más tarde, llegó borracho, olía fatal a alcohol y a tabaco. Su mujer le preguntó que cómo se le ocurría regresar así a casa. Él le arreó una guantada y le dijo que quién era ella para hablarle así. Sus hijos, al ver  a la madre llorando y tirada en el suelo.fueron con ella. Él volvió a hacerle a sus hijos lo mismo que a su mujer. Los echó de casa y se quedó a solas con ella. Desde la ventana veían cómo le pegaba. Sin dudarlo, inmediatamente, llamaron a la policía.

Cuando Javier vuelve a la normalidad, se da cuenta de que ha perdido una familia.

Ángela Barbero

Mala vida

Era una chica jovencita. Tenía muchas amigas, hasta que un día fracasó porque se metió en el alcohol. 
Perdió sus amistades y se echó a perder a ella misma, porque bebía y fumaba. Nadie la miraba bien por la vida que llevaba.

La madre le daba consejos y y el padre también, hasta que un día su padre enfermó de pena, porque quería lo mejor para y si hija y porque su esposa no dejaba de sufrir. 

Esto sucedió hasta que ella se dio cuenta y entró en un centro de rehabilitación para curarse y dijo: 
-¡ Qué daño os he hecho a todos vosotros y qué mal me he portado. Ahora me doy cuenta de que antes era un infierno para todos. ¿No es más bonito ser feliz y no dar problemas a los demás?

MªJosé Barragán



Alma solitaria

Maldito el día que probó el alcohol, gracias a ese día su vida se rompía poco a poco, con lágrimas en los ojos me miraba sin saber cómo poder salir de ese pozo donde había caído.

Sólo tenía quince años cuando todo empezó, perdiéndose toda su juventud en vasos llenos de alcohol.

No salía de su casa; bueno, sólo para ir comprar. Eso le estaba destrozando su vida llena de inseguridades, soledad y grandes noches maldiciendo haber nacido.

Cuando yo la conocí, era una mujer preciosa, con su rostro decaído por ese vicio. Cada día iba a verla, a aconsejarle, a ayudarle a salir de ese infierno y, al cabo de unos años, lo consiguió.

Cambió el alcohol por sonrisas, amigos, amor y, sobre todo, por ayudar a otras personas que eran alcohólicas.

Ella ahora y siempre podrá decir “Sé lo que es la felicidad”.

MªJosé Barragán


Vida de cristal



Hace años que veo botellas de alcohol escondidas por toda la casa, la escucho vomitar cada mañana, observo que tiene más ojeras en su rostro lo la piel más rojiza.
Su mirada está apagada y triste, se queja cada día del malestar que le produce el beber alcohol. Pero él sigue con su rutina , sabiendo que se está matando poco a poco, sin preocuparse por él ni por la gente que le rodea, porque los demás sufren por él…
Soñamos que un día deje de beber alcohol, que sonría, que nos mire y nos diga que por fin lo ha dejado y ahora que por fin sepa ser feliz sin necesitar alcohol.

MªJosé Barragán 

Mi padre

Era principio de verano, cualquier niño o niña de 7 años estaría pegando saltos de alegría por la llegada de las vacaciones, no tener que madrugar, no tener tareas, en fin... disfrutar de esos tres meses. Pero no era mi caso, mis padres acababan de separarse. Al principio, no sabía bien por qué, supongo que a esa edad no somos capaces de comprender todo lo que nos rodea, así que a pesar de  estar entristecida lo llevé más o menos bien.
Pasaba una semana con mi madre y otra con mi padre, en un primer momento no me molestaba, me sentía bien con los dos, aunque fuera por separado. Sin embargo, todo cambió un día del mes de agosto, esa semana la estaba pasando junto a mi padre, durante el día habíamos ido al cine y me había comprado un vestido que me encantaba. 
La verdad es que me consentía en todo, era su niña. Para mí era el padre ideal. Pero llegó la noche, y un ruido  me despertó, la lámpara del salón estaba encendida, así que salí y fui hacia allí. Vi a mi padre cerrando la puerta y con una botella en la mano, su mirada era distinta, su expresión me asustaba, y sus palabras me hirieron  más que cualquier golpe… :¡Ojalá no hubieras nacido nunca! 
Me quedé muda, noté cómo las lágrimas caían  por mis mejillas, se me vinieron a la mente todos los momentos que habíamos pasado juntos , cada cumpleaños, cada abrazo, cada beso...¿ En qué se había convertido? ¡Qué triste fue conocer la verdadera realidad!
 En aquel momento solo pude decir: ‘’Tú…tú no eres mi padre’’.

María M.


Quiero que sepas que siempre te he querido

Quiero que sepas que siempre te he querido.
He perdido todo lo que tenía y solo ha sido por beber alcohol, nunca olvidaré todo lo que te hice pasar por mi culpa y tú aún seguías junto a mí. Me pregunto ¿por qué?
Quiero que sepas que no os abandono, solo me voy por un tiempo, porque no quiero verte cómo sufres cuando estoy en el bar. Cuida de nuestra hija, ella no tiene culpa de que un mal padre como yo no sepa cuidar a su hija como se merece. Lo siento, espero que un día me entiendas y que sepas perdonarme.
Espero que te vaya bien todo.

Iván López

Aún no había llegado a la vida

Todavía sin haber llegado a la vida me había dado cuenta del daño que el alcohol podía hacer. Ella, mi madre, bebía copas y copas de ron, ginebra, whisky…  lo que hubiera por casa. La vida no le había sonreído nunca. Su marido, mi padre, la maltrataba porque creía que yo, su hijo, no era suyo. Insultaba a mi madre como si le fuera la vida en ello. El único momento de tranquilidad que tenía mi madre era cuando mi padre se iba a trabajar. Mi madre no paraba de repetirle que me parecería a él, y yo, desde el vientre de mi madre, deseaba no parecerme jamás a ese maltratador. Mi madre, con cada zarpazo que le propinaba decía que si no fuera su hijo que se dejaría matar, pero deseaba que la dejara darme a luz. Yo desde su vientre, me movía, intentaba gritar a mi padre para que parara de pegarla, pero era inútil. Intentaba darle patadas desde la barriga de mi madre, intentando que alguno de mis esfuerzos sirviera para que la dejara en paz.
Cuando mi padre se iba a trabajar, los malos momentos seguían. Mi madre se entregaba al alcohol, haciéndome palidecer y debilitándome poco a poco. Una de esas mañanas, mi madre se bebió una botella de whisky y después se cortó las venas. Murió desangrada y ebria.
Estaba borracha y, aunque morir era lo único que la alejaría del sufrimiento de su marido, si no hubiese estado ebria, yo estaría vivo. Y mi madre quizás... o quizás no. 
La diferencia entre el alcohol y tú es que él nunca muere. 

Francisco Pinilla

lunes, 20 de enero de 2014

Me pregunté, al fin, el por qué de todo

Después de una noche de fiesta te despiertas por la mañana, miles de preguntas vienen a ti: ¿Qué hice anoche? Mi respuesta es: no me acuerdo de lo que hice. ¿Haría algo mal? No lo sé. ¿Le habré fallado a mi chica? No me acuerdo de con quién estuve. ¿Llegué tarde a casa? No lo sé, solo sé que me trajeron a casa y yo entré. Esto es un sinfín de preguntas, sin tener ninguna respuesta. Me pregunto ¿Por qué? 
Me doy cuenta,  lo he hecho mal,  no llego a ningún sitio bebiendo alcohol, lo único que me hace esto es sentirme tan mal como hoy, con tantas preguntas sin respuestas, con ese "cocimiento de cabeza", que nadie puede quitármelo. Entonces pienso en proponerme algo, veo que esto no ha sido sano para mí, ni para las personas que están a mí alrededor. Puedo salir de fiesta y saber lo que hago, llegar a casa, si tengo preguntas... quiero saber contestármelas, saber que siendo así no le haré daño a mi chica.
 ¡ME DOY CUENTA QUE EL ALCOHOL SIMPLEMENTE ES UNA ADICCIÓN  QUE TE QUITA VIDA!  

Rosa María Lumbreras

sábado, 18 de enero de 2014

Botellón

Como cada fin de semana solíamos quedar para hacer botellón, nos encontrábamos en la puerta del supermercado del barrio varias horas antes para comprar la bebida.
A las doce ya estábamos todos en aquel parque donde nos olvidábamos de nuestros problemas mientras bebíamos y reíamos. Sobre las 4 de la mañana ya nos íbamos para casa. Me monté con un amigo en su moto ya que se empeñó en llevarme, al principio no quería pues sabía que no estaba en condiciones de conducir pero lo hice, me monté en aquella maldita moto. 
A partir de ese momento no recuerdo nada más que unas luces blancas que se acercaban demasiado y, posteriormente, a mi amigo tumbado a mi lado...sin respiración.

Alessandra Sánchez

Te hundes poco a poco

Este relato cuenta la vida de un chico de 18 años. Era un chico que la
mayoría de la gente no es que le tuviera envidia sino que podían ver lo
afortunado que era al tener todo, una familia que no todo el mundo tiene y
es algo que a veces se valora poco. Era un chico cuyos padres tenían mucho
dinero y nunca le había faltado de nada y, es má,s era un muy buen estudiante
y con ese dinero podría conseguir lo que quería, que era ser un gran médico.
¿Qué más puede pedir una persona y más en la situación que nos
encontramos?
Este chico había terminado bachillerato y había conseguido suficiente nota
como para realizar su carrera. En ese verano antes de irse a estudiar se
enamoró de una chica (bueno, él se puede decir que siempre había estado
enamorado de ella). Cuando el verano acabó él tenía que irse a estudiar y era
lejos de allí pero él le prometió que iría a verla siempre que pudiera ya que
ella era más pequeña y no podía ir.
Ella se acabó cansando de no verlo todo lo que ella quería y terminó por cortar la relación.
Esto le torció su primer año de carrera y, más, estando solo, sin su familia allí.
Se hundió  en la bebida. Nunca había bebido, era un niño muy responsable,
pero esto le afectó mucho, de tal manera que su familia se tiró una semana
sin saber de él, por lo que fueron a visitarlo donde se lo encontraron
medio muerto por beber tanto.
Hubo épocas en las que estuvo ``bien´´ pero  volvía a recaer perdiendo años de su carrera,
ya que esta la terminó dejando.
La única solución que vio su familia era pedir ayuda e ingresarlo en un
centro para ayudarle a quitarse de la bebida. Tras unos años de pasarlo muy
mal consiguió salir de aquella pesadilla, ser un hombre, retomar su carrera e
irse muy lejos donde nada le recordara esa historia, ni a esa chica y con
esfuerzo llegó a ser el medico que siempre había querido. Se enamoró, aunque había
llegado a pensar que nunca lo lograría. Tuvo hijos y una familia estupenda.

Minerva Ruiz

viernes, 17 de enero de 2014

Tarde de botellón

Una tarde como otra cualquiera estaban un grupo de amigos de botellón en el parque de mi pueblo.
Siempre hay algunos que son los más atrevidos del grupo y hay otros que son más reservados.Este grupo era muy sonado por todo el pueblo, porque era una generación muy revoltosa.Esa tarde se acercaron dos niños para ver si podían entrar en el grupo,como siempre había alguno que le gustaba reírse de los demás.Les dijeron que podrían entrar pero con una condición:tenían que beberse cada uno una botella de Ron Negrita.Los chicos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de entrar,estos dos niños  no habían bebido antes.
Empezaron a beber,todo iba normal,llevaban tres cubatas cada uno.Los más reservados del grupo se marcharon porque sabían que podrían tener algún problema.
Los que se quedaron se estaban riendo de ellos,y al ver que uno se cayó empezaron a correr,intentando huir de allí.Por suerte una mujer mayor pasó por donde estaban y se percató de lo que estaba sucediendo.Llamó a la ambulancia y a la policía.El chico que se cayó estuvo en coma un año y los chicos que se rieron de él, en un centro de menores durante cinco meses.El chico recapacitó y se dio cuenta de que aquellos niños no podrían ser sus amigos, ya que hasta tenían peleas entre ellos y que nunca más volvería a probar una sola gota de alcohol.
Había perdido un año de su vida,por haber hecho esa tontería.

Gloria González

Querido papá

Querido papá:
No sé cómo empezar esta carta, ni siquiera como dirigirme a ti. Sé que han pasado más de 20 años desde que no tenemos noticia tuyas. Desde aquel día, desde aquella noche, nuestras vidas cambiaron por completo o, al menos, para los que te querían. Todas las noches cuando cierro los ojos vienen a mi mente todos esos recuerdos. Recuerdo cómo llegaste a casa, aparentemente era como todas las noches, cambiabas por completo de la noche a la mañana. Por el día eras un hombre cariñoso y atento, yo siempre decía que eras “el mejor papá del mundo”, pero cuando caía el Sol desaparecías por unas horas y te transformabas, apestabas a alcohol, te convertías en un autentico monstruo. Desde mi habitación escuchaba las voces, los cristales rotos, los golpes… Nadie se imaginaba que aquella noche sería la última vez que te vería. De repente el humo apareció por debajo de la puerta, abrí los ojos y vi fuego por todos lados. Logré sacar a mi hermano, que apenas sabía andar, y mamá logró salir de allí malherida, pero sobrevivió. Sin embargo tú desapareciste dejándonos en la miseria, pasamos hambre y frío. Mama se esforzó mucho para conseguir una nueva vida; trabajaba día y noche  e, incluso, conoció a otro hombre que le dio una vida plena y nos quería como a sus propios hijos.
Juré que jamás te perdonaría que arruinases mi infancia, te maldije hasta quedarme sin palabras, te odié tanto que no supe que volvería a amar. Mi corazón se envenenó de aquellos terribles recuerdos y el odio y rencor hacia ti era una constante en mi día a día.
Ha pasado demasiado tiempo, con el paso de los años el odio se transformó en lastima y pena. Te he escrito esta carta para decirte que todos necesitamos una segunda oportunidad y para decirte que estés donde estés te ayudaré a salir de esa maldita adicción. No sé siquiera si estás vivo o muerto, sano o enfermo pero necesitaba decirte que logré perdonarte y que he vuelto a tener esperanza en las personas.
Espero, con muchas ansias una respuesta tuya.

Tu hijo.





                                                                                                   Esther Ortiz

Reflexionando...

Una noche de junio sentada en un banco, observé a un hombre mayor con una botella en la mano,
cantando, con su mirada perdida, moviéndose de un lado a otro,  me acerqué, le miré a los ojos y le pregunté:
¿qué está usted haciendo con su vida? y me contestó:  olvidar las penas es el único motivo por el que bebo.
Desde ese día ese pobre hombre me hizo reflexionar sobre lo que es el alcohol y lo que afecta a una persona,
ellos/as no entienden que el alcohol puede hacer olvidar las penas en un tiempo, pero luego tienen que volver a la realidad, esa realidad triste y solitaria que algunos tienen.
Esas vidas tienen solución sin una botella de alcohol, intentando conocer gente, hacer cosas que te llenen,
ayudando a los demás sin pedir nada a cambio, levantarte con una sonrisa y pensar la vida puede ser muy bonita sin beber alcohol.


MªJosé Barragán
 

Ella...



Mi vida cambió al nacer de dentro de ti, con una simple botella de alcohol cambiaste mi vida , te dedicaste a beber sabiendo que me estabas haciendo daño, con cada gota que entraba en mi sangre perjudicabas mi salud,  a ti eso no te importaba, solo pensabas en beber e intentar olvidar tu vida.
Ojalá ninguna persona hiciera lo que tú me hiciste, dañarme poco a poco, pero, ¿sabes qué?, sigo luchando día a día para poder mejorar.
A veces miro tu foto y te pregunto ¿por qué me hiciste esto?
Una botella de alcohol no solucionó tus problemas sino que causó más.
Solo os puedo decir que hay ser fuerte, afrontar todos tus problemas e intentar seguir adelante siempre con positividad.

MªJosé Barragán

Razones

Nunca supe dónde y cuándo me equivoqué, pero de seguro algo falló. Será, tal vez, en la educación transmitida, en el amor no dado en la medida de la necesidad, en el acompañamiento a medias cuando más lo necesitaba o quizá sea en el exceso de celo por buscar la perfección. Pero lo cierto es que, hoy, lloro e imploro en silencio cuando alguien me recuerda que mi hijo bebe más de la cuenta. Un desgarro en el alma se apodera entonces de mi fragilidad y me quiebra en cientos de pedazos inermes.

Eduardo A.

Mi botella y yo

El día había sido horroroso, me había enfadado con mis padres; creo que a causa de mi mal comportamiento.
No me dejaban salir.
Me sentía sola.
No sabía qué hacer.
No tenía con quién desahogarme, alguien que me aconsejara, alguien que me ayudara. Así que me escapé de casa.
Me fui lejos, muy lejos, a un parque, sola y con la maldita botella de Larios.
Aquí estamos las dos: mi botella y yo, equivocándonos.

Ángela Barbero

jueves, 16 de enero de 2014

¿Libertad?

Traspaso esas rejas que dejan atrás mi libertad. ¿Libertad? Esa pérdida sólo es el principio…
A medida que van pasando las salas ante mí - pues yo aún sigo estático, sin responderme ni a mí mismo- me doy cuenta que todas mis pertenencias desaparecen.
Mi nombre es reemplazado por un número entre tantos, un número que indica cuál es mi celda, mis bolsillos son vaciados ante un señor que se apodera de mis más íntimos tesoros.
Una vez dentro veo cómo voy perdiendo la noción del tiempo, cómo voy perdiendo los días y los inviernos y cómo voy perdiendo la fe…
Es una delgada línea la que se debe cruzar para llegar a este instante, en el que te das cuenta que lo único que no podrán llevarse será mi piel.
Esa piel que guarda las cicatrices que gritan auxilio, las cicatrices que lloran, y las cicatrices que suplican piedad.
Esa piel que mi mujer besaba cada mañana y noche antes de dormir.
Esa piel que sudaba el alcohol de las noches descontroladas.
Esa piel que perdió el control del coche.
Esa piel que la mató.

No hacen falta rejas, ni celdas, ni jaulas. Yo soy preso de mí mismo.

María Pérez Meneses

Desde pequeño

Desde pequeño, al llegar a casa del colegio, estaba mi padre gritándole a mi madre, como de costumbre. A mi me parecía normal, estaba acostumbrado a ver eso desde pequeño. 
Una vez vi cómo mi padre bebía, no sabía bien qué era, sólo sabía que olía muy fuerte. Oí hablar a mi madre con mi abuela diciéndole que no podía más, que estaba harta de mi padre, que nunca estaba sobrio.
Yo sin dudarlo ni un momento se lo conté a mi padre, le dije todo lo que había escuchado y él me dio de premio un chupito de ginebra.
Nunca me olvidaré de la noche del diez de octubre; escuché a mi madre chillar pidiendo auxilio. No le hice caso, seguí bebiendo una botella de ron que me había regalado mi padre.
Al día siguiente la encontré muerta en su habitación y empecé a darme cuenta de las cosas.
A día de hoy estoy en un centro de desintoxicación, intenté refugiarme en el alcohol sin darme cuenta de que mi madre había muerto a manos de un monstruo alcoholizado al que llamaba 'papá'.
Yo estoy a tiempo de cambiar, cosa que mi 'padre' no, él esta en la cárcel, condenado a muerte, y, sinceramente, se lo merece.

Estrella Hernica

miércoles, 15 de enero de 2014

El recuerdo

Nunca conseguiré borrar esas imágenes de mi mente. Nunca podré olvidar a aquel hombre con aquella botella en la mano mientras conducía aquel camión. Nunca podré olvidar la cara de terror de mi madre, ni los llantos de mi hermano menor. Nunca podré olvidar aquella noche interminable en el hospital, ni a mi hermano preguntándole a mi padre por su mamá y mucho menos olvidaré aquellas palabras que tanto miedo me daba escuchar: 
Lo sentimos, hicimos todo lo que pudimos”.

La primera vez

Comenzó el 8 de abril de 2012. Era Pascua y todos
estábamos disfrutando de un día de campo. Estábamos toda la pandilla.
Hacía mucho tiempo que no estábamos todos juntos y pasándolo tan bien.
Había risas y mucho alcohol, yo fui la que más bebió, como siempre. De
repente me vino un dolor de estómago, me encontraba muy mal, con mucho
dolor de cabeza y muy mareada. Me caí al suelo inconsciente y ahí
empezó mi peor pesadilla. Me llevaron al hospital, y allí estuve en
coma durante 3 meses. Cuando desperté, me contaron lo que había
pasado, porque no me acordaba de nada. El hospital me ofreció ayuda
psicológica y estuve en un centro varios meses, sin mi familia, ni
mis amigos, solamente con tratamientos, pasándolo muy mal. A finales
de diciembre me dieron el alta; estaba completamente curada, volví a
casa y con la ayuda de mi familia conseguí no beber más alcohol.
 Ahora doy consejos para que no caiga nadie en lo mismo que pasé yo.

MªÁngeles García Checa

martes, 14 de enero de 2014

Un terrible recuerdo


Cuando regresé del hospital, no me atrevía a salir a la calle. Me quedé semanas encerrado en casa, sin poder dormir por las noches, sin apenas probar bocado en las comidas y hasta llegué a sustituir las horas de televisión por interminables tardes refugiado en mi habitación, mirando hacia la ventana. No comprendía esa angustia que sentía, ni siquiera mi mente era capaz de recordar por qué había pasado largos días en el hospital, hasta que por fin una tarde decidí salir a pasear.
 Mientras me dirigía al parque, esquivando los bares y restaurantes para evitar la tentación de tomar una copa, pude ver cómo en tan solo unos segundos un conductor ebrio atropellaba a un pequeño niño que paseaba por la acera mientras jugaba con su triciclo. Al acudir junto al pequeño y ver su rostro ensangrentado, un enorme escalofrió recorrió mi cuerpo. En aquel momento un terrible recuerdo invadió mi mente, y eché a llorar al darme cuenta de que unas semanas antes había sido yo ese conductor borracho que atropellaba a una joven chica a la salida del instituto.

Beatriz Benavente

La noche de fin de año

Nos encontrábamos en la fiesta de fin de año. Mis amigos comenzaron a beber descontroladamente y me convencieron para que yo también lo hiciera, ¡total, por una noche no iba a pasar nada!
Después de estar tomando durante horas, llegó el momento de irse a casa. Nos íbamos todos a dormir en el piso de Mario, así que, emprendimos el trayecto. De camino vimos a tres chicas que también iban de recogida y nos acercamos a ellas. Al principio parecían muy simpáticas, pero mientras más hablamos y nos acercábamos, más esquivas se ponían. De pronto echaron a correr y nosotros fuimos detrás de ellas. Al llegar a un callejón oscuro y sin salida comenzaron a gritar y mi imagen se fue haciendo cada vez más oscura. En seguida pensé que todo era un sueño y que ya era hora de levantarse, pero al abrir los ojos me encontré esposado y rodeado de policías. No comprendía nada, hasta que, al mirar la televisión, pude ver la espantosa noticia de tres jóvenes chicas que aparecieron muertas y agredidas en un callejón de mi pueblo. En ese momento el  mundo se me vino abajo y la única frase que me vino a la cabeza fue: ``¡Total, por una noche no va a pasar nada!´´.

Beatriz Benavente


AVISO AL LECTOR (Versiones y diversiones).

Las primeras tienen su gracia: el dejarse llevar, las risas, las inhibiciones..., todavía sonrío al recordar cómo hice el payaso ante Lucía... Después vienen las que se pasaban de rosca, sin orden ni concierto, las de los olvidos, las de los accidentes, la que acabó colocándome la corbata para el sepelio y diciéndome muy dentro: “Esta es la última, Juan, lo juro por ti”, mientras la madre de mi mejor amigo me miraba sin compasión.
Pasados los años, llegan las más tristes, las solitarias, las de la monotonía, sin risas, sin nadie, sin rastro de placer alguno. Son las del delirio y la enfermedad, las que te llevan al abismo más horrendo, a frías salas de hospitales y calabozos...,
Sin embargo, la peor es la última, cuando ves cómo tu sangre resbala por el borde de todas las botellas rotas y no te quedan fuerzas ni para llorar ni para pedir perdón.

Esa espero que nunca la conozcas, ahora que han coincidido tu vida y la mía en este microrrelato.

Antonio Martín 

lunes, 13 de enero de 2014

Era sólo un juego


Aún recuerdo cómo empezó todo. Aquellos niños inocentes que un día comenzaron a jugar y compraron una botella de alcohol para divertirse. Aquellos muchachos que juntos empezaron a beber todos los fines de semana, y que poco a poco se acostumbraron a tomar todos los días en el parque, mientras borrachos hacían carreras con los coches.
Sí, eran aquellos jóvenes de los cuales ahora sólo quedan sus cuerpos sin vida tendidos en la carretera, esperando a que el juego termine.

Beatriz Benavente

Palabras antes de morir


Ahora consigo recordar cómo poco a poco se desvanecían mis fuerzas, cómo en tan solo décimas de segundos el alcohol recorría mi cuerpo dejándome inmóvil, paralizado. Después de todo me despido con mi botella en la mano, aun sabiendo que por ella estoy aquí, entre estas cuatro paredes blancas y sobre esta cama, esperando a que al fin ella termine con mi vida.


Beatriz B. C.

Él o mi vida

Él o mi vida
Recuerdo que al día siguiente de esa horrible noche me desperté con un dolor de cabeza inmenso, pues nunca antes lo había tenido. Bajé a la cocina y allí estaba mi mujer, callada y mirando al suelo; me vio, empezó a desayunar muy deprisa y lo único que me dijo fue: “Ahí tienes las tostadas. Hoy como en casa de mi madre”. Me resultó raro, pero pensé que querría pasar tiempo con ella y asentí con la cabeza. Pasé el día solo y tirado a la bartola; la noche caía y Mónica, mi mujer, no aparecía. No era el primer domingo que pasaba con resaca, pues hace cosa de un mes o así comencé a salir con mis compañeros de trabajo, siempre con alguna excusa: ascendían a alguno, cumpleaños de otro… en fin, todo esto a mi mujer sé que no le era de muy buen agrado pero a ella tampoco le gustaba que estuviese siempre en casa.


Eran cosa de las diez de la noche; me disponía a levantarme por fin de aquel sofá en el que me había tirado toda la tarde (y parte de la noche) cuando sonó el teléfono y era uno de mis compañeros, que también había salido el día anterior. La conversación fue bastante densa puesto que me recordó cada uno de mis pasos de esa noche, ya que mis lagunas no me dejaban hacerlo a mí; no sé sinceramente en qué lugar había estado ni de qué se trataba, pues lo único que recuerdo es su olor a humedad y su tenue luz. Pensando en lo recordado, me quedé bastante preocupado por cómo me había puesto esa noche, pero fueron pasando las semanas y seguía saliendo y bebiendo igual o peor. Tres semanas después de esto, noté a mi mujer muy distante conmigo y decidí preguntarle qué era lo que le pasaba, su reacción fue inmediata: junto con sus insultos y una que otra bofetada… me quedé palido y sin saber el porqué de ello, pues llorando le supliqué que me contara qué era lo que ocurría.. se tranquilizó y me contó. Ni puesto en lo peor me imaginaba lo que había ocurrido, y decidí de inmediato volver a mi vida normal, se acabaron las salidas con alcohol de por medio, y por supuesto acudí a ayudas para que el dejar de beber se me hiciera más fácil. No pensé que en tan poco tiempo podría hacerme tan dependiente del alcohol. Y si, imagináis bien, todas las noches que llegaba bebido a casa y mi mujer se encontraba despierta era con quien pagaba mi mal humor y no sólo con agresión verbal, sino también física. 

Rosa Masa

EL REGALO

EL REGALO

Esperé impaciente aquel día. Por fin había llegado.
Cumplía ocho años y estaba deseando ver mi regalo aparecer por la puerta. Todos mis compañeros de clase tenían esa bicicleta nueva que anunciaban todas las revistas. Pasaba por el escaparate de la tienda de deportes y me imaginaba subido en ella, recorriendo a toda velocidad las calles del barrio. Podía tirarme largos ratos frente al cristal.
Uno de los días que ayudé a mi madre a hacer la compra repetí el mismo ritual, y esta se percató en el empeño que en ella ponía, pero solo frunció el ceño y me invitó a continuar con el recado.
Yo entendía que la economía en casa no estaba del todo bien, mi padre llevaba bastante tiempo sin trabajo y pasaba largas horas fuera, decía estar buscando uno nuevo.
Poco tiempo después vi a mi madre colocar una pequeña hucha encima de su armario, lejos de mi alcance, en la que varios días a la semana iba introduciendo una pequeña cantidad del dinero que mi vecina le pagaba por limpiar su casa. Yo tenía la curiosidad de saber cuál sería el fin de esos ahorros. Siempre que mi madre se dirigía a su habitación la seguía y observaba, hasta que un día me descubrió viendo cómo volvía a colocar la lata y se limitó a guiñarme un ojo. Lo entendí, sus ahorros iba a emplearlos en mí.
La mañana del cinco de marzo, mi cumpleaños, escuché como mi madre rompía el recipiente y sacaba una a una las monedas que había ido introduciendo durante semanas y se lo daba a mi padre, quien salía entonces a comprar mi sorpresa, supuse.
Me senté en la silla del comedor más próxima a la calle y ahí permanecí sentado durante horas, esperando y esperando mientras me imaginaba conduciendo mi nueva bicicleta junto a mis compañeros.
Sonó el ascensor; estaba subiendo. Poco después escuché varias llaves moviéndose al ritmo que mi corazón latía; torpemente se abrió la puerta y ahí estaba mi padre. Me quedé estupefacto y sólo fui capaz de pronunciar estas pocas palabras:

-Papá, yo no te había pedido una botella…
. María P.M.

miércoles, 8 de enero de 2014

Ahogo, ahogas, ahoga

Bebió demasiado para ahogar las penas sin saber que, al fin y al cabo, se estaba ahogando a sí mismo.

Estrella Hernica

Control



Me detuvo un guardia civil muy guapo y me pidió que soplara a través del tubito que salía de la máquina. Impulsé el aire con toda la fuerza de los pulmones, con confianza porque solo había tomado dos cocacolas.

Me dio las gracias tras comprobar que dos ceros aparecían en la pantalla.

En la siguiente salida me paré y les tuiteé un mensaje a todos los que seguían mi cuenta. Indiqué el punto kilométrico en el que habían puesto el control. Sonreí.

Hoy, sin embargo, estoy llorando porque he visto que alguien se desvió de esa carretera y se chocó con otro vehículo. Seis muertos, dos de ellos tenían menos de diez años. 

Uno de los conductores, uno de mis más  de mil seguidores en Twitter, dio positivo en la prueba de alcoholemia.

Macyo