Las primeras tienen su
gracia: el dejarse llevar, las risas, las inhibiciones..., todavía
sonrío al recordar cómo hice el payaso ante Lucía... Después
vienen las que se pasaban de rosca, sin orden ni concierto, las de
los olvidos, las de los accidentes, la que acabó colocándome la
corbata para el sepelio y diciéndome muy dentro: “Esta es la
última, Juan, lo juro por ti”, mientras la madre de mi mejor amigo
me miraba sin compasión.
Pasados los años,
llegan las más tristes, las solitarias, las de la monotonía, sin
risas, sin nadie, sin rastro de placer alguno. Son las del delirio y
la enfermedad, las que te llevan al abismo más horrendo, a frías
salas de hospitales y calabozos...,
Sin embargo, la peor es
la última, cuando ves cómo tu sangre resbala por el borde de todas
las botellas rotas y no te quedan fuerzas ni para llorar ni para
pedir perdón.
Esa espero que nunca la
conozcas, ahora que han coincidido tu vida y la mía en este
microrrelato.
Antonio Martín
Una historia que me atrapa. Ha explicado perfectamente las fases por las que pasa un alcohólico. Casi todos empiezan bebiendo para divertirse, impresionar, hacerse el mayor, ser uno más en el grupo..Te haces mayor y puedes perder a amigos, ya no puedes parar, estás atrapado. Te encuentras solo y vienen los verdaderos problemas: enfermedades, soledad, calabozos, accidentes...Finalmente, cuando no puedes parar, hasta la muerte.
ResponderEliminarMuy impactante microrrelato que te hace aprender todo lo que vas perdiendo en tu vida por lo que empezó siendo un juego.