lunes, 25 de mayo de 2015

Pelea

David es un chico alegre, divertido, le gusta mucho el deporte.
Un fin de semana salió de fiesta con sus amigos. De pronto oyó un revuelo y vio un objeto volar y no le dio tiempo a reaccionar. El objeto era una botella y le dio en el ojo. Él solo notó el golpe, mucha sangre y fuerte dolor en el ojo. Las urgencias llegaron y lo llevaron al hospital, había perdido el ojo.
Los chicos de la pelea estaban borrachos y se dedicaban a tirar botellas por gusto.
El alcohol les hacía hacer tonterías. 
David comprendió que el peligro puede estar en cualquier lugar; tú no bebas, siempre puede haber un grupo   de irresponsables que cuando beben no respetan nada ni a nadie.

MªJosé López

LA PROMESA INCUMPLIDA


María era la más pequeña de tres hermanas; siempre fue una niña consentida y caprichosa, pero su conducta se fue agravando cuando se hizo una jovencita algo rebelde. Siempre quiso destacar más que sus hermanas, lo que la llevó al fracaso escolar y al mundo del alcohol y las drogas. Sus hermanas pronto se enteraron de la vida que llevaba su hermana pequeña. La llevaron a un centro de desintoxicación con la aprobación de sus padres, que fueron los últimos en enterarse del grave problema que tenía su hija. Cuando se recuperó le ofrecieron un puesto de trabajo en la peluquería de sus hermanas, pero ella no sabía aprovechar las oportunidades que le estaba dando la vida.
Volvió a recaer en el mundo de las drogas y el alcohol, ya que era su vía de escape para no querer afrontar los problemas de la vida. Todo esto fue de mal en peor; su novio era un delincuente habitual que robaba para tener dinero en sus vicios. María, al ver lo que hacia su novio empezó a robar a sus seres queridos, dando lugar a que estos le dieran la espalda.
Un día una de sus hermanas le puso una trampa para pillarla y saber si era ella; y exactamente era ella. Intentó robar las joyas de su abuela ya fallecida, María lloró desconsoladamente y juró que nunca volvería a probar ni las drogas ni el alcohol.

Hoy en día María no cumplió la promesa que hizo, es feliz con su familia, pero hay momentos en los que se siente triste y ahoga sus penas en alcohol y las libera en el humo del porro y maldice a su familia por ser los culpable de todos los problemas que le ocurren a ella. 


Miriam Ruiz 

Gente que me apoyaba

Empecé a beber alcohol a los quince años, solamente lo tomaba en las fiestas. Conforme pasaban los años empecé a beber todos los fines de semana y, finalmente, bebía a todas horas. Acabé sin trabajo y mi novia me dejó, aunque la comprendo. No sabía qué hacer, creía que lo único que podía hacer era seguir bebiendo, hasta que me di cuenta de que tenía realmente gente que me apoyaba y me podía ayudar, mis padres. Ellos me llevaron a un centro de rehabilitación y allí conseguí dejar aquella droga que me estaba destrozando por dentro y la vida.

Alba Román

Última gota



Sentada, mirando aquel horizonte lleno de nada, no me importaba nada, no importaba nada más que yo y aquella última gota de ron que me haría alcanzarte, por fin.

Anabel Cabello

domingo, 24 de mayo de 2015

Asuntos delicados.



Reconozco que nunca pensé en acabar por aquí. Un lugar oscuro, sombrío y dantesco que transmitía profundidad y olvido. Recordaba los finales, y es eso que no me dejaba avanzar en un camino que seguía las directrices del gran Machado. Miraba cómo me habían dejado huella los distintos vicios y parecía que querían que los viera. No me sentía feliz así: tocaba salir corriendo. Tanta tentación frenética acababa conmigo, haciéndome sentir un animal de instintos salvajes brotados a flor de piel; sentía hambre. Un hambre alimentada por la gula de los años malvividos. No veía la luz, el espacio no brillaba. Me absorbía un agujero negro que había aparecido, fruto de la factura que me tocaba pagar después de tantos años gastando mierda de primera calidad. El fin se acercaba y, para mi gran tristeza, no tendría una fiesta de despedida.

Francisco Pinilla

jueves, 21 de mayo de 2015

18 años

Llegó mi cumpleaños, por fin cumplía mis 18 años, ya mayor de edad. ¡Qué contenta estaba!, ya poder beber y comprarme mis bebidas.
A la noche mis amigos y yo nos fuimos a celebrarlo a un botellón, y nosotros bebíamos y bebíamos sin parar; alcohol, drogas y mujeres es lo que nos rodeaba, menuda celebración estábamos pasando. Hasta que de repente me desplomé al suelo, no recuerdo nada más, solo recuerdo que estaba en el hospital a punto de morir, pero me salvaron y me di cuenta de que por ser mayor de edad no hay que beber sin cabeza, así que cuando bebía, bebía poco. 

Rocío Márquez

martes, 19 de mayo de 2015

Se quedó con su amiga

Yo formaba una familia con mis dos hijos, además de mi marido y de mí. Mi relación fue de 30 años de casados. Todo nos iba bien hasta que empezó a beber, siempre llegaba borracho a casa, mis niños le tenían miedo y yo cada día me hacía las mismas preguntas : - ¿Por qué me pega? ¿Por qué me grita? ¿Ya no me quiere?
Al cabo de los meses decidí separarme, porque eso nos estaba afectando. 
Finalmente nos marchamos y el se quedó con su amiga botella. 

Rocío Márquez

Arrepentimiento permanente

Mi madre siempre me decía que fuera cauteloso a la hora de juntarme con chicos de mi barrio, que
sus actos influirían y repercutirían sobre mí de forma incontrolable. Yo siempre la ignoraba, le decía que no sería como ellos, que sabía perfectamente lo que hacía. A los 13 años probé el alcohol por primera vez. Y seguía ignorando a mi madre, mi descontrol fue tal, que incluso la insultaba por meterse en mi vida. Acabé yéndome de casa. Cuando quise darme cuenta había caído en las drogas y en alcohol. Formaba parte de mi vida. Mi madre no paraba de llamar al teléfono, nunca se lo cogía.

Un día recibí una llamada de teléfono, me dijeron que mi madre había fallecido. En ese instante, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Los últimos recuerdos que tenía eran oscuros. Hoy, no hay nada de lo que más me arrepienta que de mi comportamiento con la persona que más me quería. Todos y cada uno de los días rezo por volver atrás en el tiempo, por cambiar todo.

Pero eso es imposible.

Álvaro López

MEJOR TARDE QUE NUNCA



Cada día la veo pasar por la calle. Espero a que llegue la hora a la que lleva los niños al colegio.

Me atormenta pensar que podían haber sido mis hijos…

Yo podía ser su marido, su gran amor…

Pero me enamoré de otra… De una que no me dejaba pensar, ni decidir…

La cambié por una botella.

Ahora pago las consecuencias de mi error, pero por lo menos he podido darme cuenta.

Reaccioné tarde, si, pero reaccioné. Ahora soy una persona normal.

Aunque me dejé cosas maravillosas por el camino.





Ian Domínguez

UNIÓN FAMILIAR.



En una casa alas afueras de la ciudad vivía un matrimonio bien avenido donde fueron criados sus hijos con mucho amor y cariño. Algunos decidieron hacer una carrera universitaria y otros, dedicarse al negocio familiar. Pronto fueron llegando los futuros miembros de su familia, es decir, sus nietos; pero estos eran diferentes a sus padres, y el modo de educación que ellos impartieron a sus hijos era diferente, así iban yendo las cosas, entre más mayores eran, los problemas iban creciendo, pero el que más destacaba era su nieto Pedro hijo del benjamín de la familia. Su vida no iba encauzada por el buen camino y sus abuelos ya eran mayores y estos disgustos le afectaban, ellos querían una vida ejemplar para su nieto y no sabían como encauzarla. Un mal día, por así decirlo, su nieto se vio envuelto en una trama de corrupción; sus ganas de conseguir dinero fácil a toda costa le habían hecho vivir al margen de la ley; contrataron un buen abogado para su nieto y llevaron a un centro de desintoxicación, porque las drogas y el alcohol tenían parte de culpa de la persona en que se había convertido su nieto. Se gastaron millones en su nieto, casi la ruina de la familia, pero no les importó y la verdad es que mereció la pena: Pedro cambió. Consiguió dejar su vida delictiva, y quedó limpio de sus adicciones; consiguió formar una familia y la crió con el mismo amor que le inculcaron sus padres y abuelos. Ahora siendo ya un hombre en toda regla, piensa y recapacita que si no fuera por el apoyo y el amor que le dio su familia, hubiera sido una persona distinta; por eso decidió abrir un centro de rehabilitación para ayudar a adolescentes y a sus familias a superar el bache que él había superado hacía muchos años. Desde su despacho mira la fotografía de sus abuelos y, aunque dejaron de estar entre ellos, Pedro sabe que sus abuelos tienen que estar orgullosos de aquel nieto que gracias a la unión familiar salió adelante.

Miriam Ruiz Ledesma

La noche acabada



Son las diez de la noche y todo comienza de nuevo. Él vuelve a llegar como de costumbre, borracho.  Yo me voy a mi cuarto porque ella me lo dice. Vuelven los puñetazos, los insultos y los ruidos. Y, de repente, silencio y un portazo.  Salgo del cuarto y ahí está.  Ella ya es libre de sus garras, él es encarcelado en la peor cárcel que puede existir: la soledad y la culpa.

Laura González Loro

martes, 12 de mayo de 2015

Por el alcohol, lo perdí todo

Por el alcohol, lo perdí todo. Perdí a mi familia, mis amigos y destruí mi vida completamente por esta bebida que simplemente me ayudaba a olvidar mis problemas y ser feliz lo que duraba su efecto, al pasarse todo lo que me ocurría antes de beber se hacía mas grande y más difícil de superar , pero el alcohol creó dependencia sobre mí haciendo que siguiera bebiendo aunque sabía que no era lo correcto.

Alba Román

Familia

Un buen hombre llevaba una vida normal. Tenía 40 años cuando empezó a tener problemas, sobre todo con la familia, que para él era lo que más le dolía.
Tenía su familia, con su mujer, su hijo de unos quince años, y su hija con veinte años.
Su mujer y él cada día se entendían menos y delante de sus hijos no se escondían para discutir. Sus hijos, desesperados, ya les suplicaban que se quisieran como siempre y les dieran un por qué se estaba rompiendo la familia, ellos lo notaban.
Este hombre tenía una persona a su lado, un buen amigo para él, que le decía que dejara a su familia en casa y saliera con él de fiesta (porque le comentaba que así se olvidaría de sus problemas).
Noche tras noche abandonaba a su familia porque junto al alcohol no pensaba en sus problemas.
Tres años duros y desesperados para todos hicieron que sus hijos maduraran y quisieran vera al padre. Decidió la mujer irse con ellos y , al volver una madrugada, vio que no se encontraban allí y leyó la carta de despedida.
En ese momento ni todo el alcohol que se bebió esa noche hizo que se olvidara de esa noticia.
A raíz de ahí pensó que aumentando la cantidad de alcohol se le quitarían los problemas.
Y a día de hoy, después de unos veinticinco años, se ve solo, sin destino y sin fuerzas, aun sabiendo que su familia de sangre no le fallaría.

Nerea Mohedano

lunes, 11 de mayo de 2015

Gracias, amigo

Siempre nos turnábamos el coche y quien conducía esa noche no bebía. Aquella noche le tocaba a Juan y todo iba bien, hasta que de repente ese maldito todoterreno entró en nuestro carril, Juan no tuvo tiempo de reaccionar. Cuando abrí los ojos estábamos rodeados de sangre, y sentí cómo un escalofrío recorría todo mi cuerpo y me inundaba el miedo. Todos estábamos estables pero Juan no respondía. 
- Por favor Juan, no puedes hacernos esto- le grité. 
A los pocos minutos estábamos en el hospital y allí estaba ese malnacido, con unos pocos rasguños y un collarín, mientras Juan se veía entre la vida y la muerte. Estuvo dos semanas en coma y los médicos no tenían muy claro que volviese a despertar, pero nosotros no perdíamos la esperanza e íbamos todos los días a verlo para contarle nuestras anécdotas y charlar un rato con él, aun sin respuesta. Los médicos nos dieron la mejor noticia: iba a recuperarse, sería muy lento pero lo haría y yo lo sabía, sabía que saldría de eso, Juan era muy joven y tenía demasiadas ganas de vivir como para rendirse tan pronto. 
Gracias, amigo, por no dejarnos.

Patricia Mohedano

Otra vez, y ya era la segunda en esta semana.

Otra vez, y ya era la segunda en esta semana. Mi padre llegando borracho a casa, mi madre asustada y yo sin saber qué hacer: tomar mi propia decisión o aceptar la que había aceptado mi madre.
Entró dando un portazo y se dirigió a mi madre, gritándole, como si ella tuviese la culpa de que su equipo hubiera perdido el partido de béisbol. Me lo pensé dos veces antes de actuar, pero lo hice. Le recriminé que llegase como llegaba a casa y que le hablase así a mi madre. Después de eso, solo recuerdo un dolor punzante debajo del ojo y los gritos de mi madre. Parece que eso era lo único que faltaba para que hiciese lo que debió de haber hecho mucho tiempo atrás. 
Y lo hizo. 
Y no volvimos a ver a ese hombre que tenía que considerar como mi padre. Y entonces, una nueva vida comenzó para nosotros.

Esteban Gómez

Mi madre me dijo que no bebiera

Me fui de fiesta y mi madre me dijo que no bebiera, que después tenía que conducir; y eso hice. 
Estaban todos mis amigos bebiendo y bebiendo sin parar, pero yo no probé ni una sola gota. 
Cuando la fiesta acabó, yo me monté en el coche y me puse camino a casa cuando, de repente, sentí un golpe fuerte en mi vehículo. Mi coche quedó destrozado, me faltaban pocos minutos de vida. 
Yo escuchaba decir "que yo no tuve la culpa, sino el otro, el que iba borracho, y yo sin beber..." 
Mis últimas palabras fueron un susurro: se sentirá orgullosa de mí... que yo no bebí y les hice caso... que yo no tuve la culpa de aquel accidente y que, desde el cielo, les cuidaría. 


Él vivió y yo acabé muerto. 

Rocío Márquez

miércoles, 6 de mayo de 2015

Tres botellas, una muerte.



Salí de casa deprisa con mi mejor amiga. Las dos estábamos dispuestas a rememorar aquella noche. Era sábado, salíamos de trabajar y llevábamos tres botellas de ron… la noche pintaba bien. El desfase llegó a nuestras cabezas para cuando las estrellas se habían sublevado contra el sol; para entonces, ya sólo quedaba media botella de ron. Decidimos marcharnos, como pudimos, con el objetivo de  llegar a casa, olvidar todo lo vergonzoso que habían hecho a lo largo de la noche, y pensar en el pedo tan grande que nos habíamos cogido. Arranqué el coche y salimos del aparcamiento como pude, chocando con el morro del coche que tenía detrás, y nos metimos en carretera. Mi mejor amiga se percató de que quedaba algo de ron y sugirió que lo termináramos, lo más recomendable si vas conduciendo y estás borracha. Alcé la cabeza para terminarme el líquido de la botella, y antes de que la primera gota de ron tocara mis labios, un camión chocó de lleno contra nosotras.  Escuché cómo el cuello de mi amiga se partía, dejándola  colgando como si fuera una muñeca de goma. Cristales salpicaron mi cara y un miedo atroz me sobrecogió. Lloré, grité, no sabía qué hacer, mis piernas estaban inmovilizadas y no sabía si sentía o no mi espalda. Mi mejor amiga estaba muerta, posada en
mis piernas inmóviles.
Aquella noche, en verdad, fue una noche para recordar.

Francisco Pinilla

El alcohol te destroza por partida doble

Esta es la historia de un pequeño joven con un gran futuro que lo perdió por culpa de la gran sensación que le daba el alcohol un día de fiesta.
Empezó cuando a finales de curso, había acabado la ESO y estaban en la fiesta de graduación. En esa fiesta todos iban a beber, él no iba a ser el único que no lo haría. Ese día, que él recuerde,  fue unos de los que mejor se lo pasó: tenia a su novia, a sus amigos y una falsa sensación de bienestar producida por la bebida. Aunque no le duró mucho, ya que al día siguiente no se acordaba de nada de lo que había hecho.

Cuando fue a hablar por teléfono con su novia ella lo ignoraba y le colgaba. Más tarde se enteró de lo que había pasado. La había perdido para siempre por haberla tratado mal y por haberse liado con otra chica. Eso lo dejó hundido.
Pasó un tiempo y decidió dejar eso en el pasado y salir con sus amigos. Pero sus amigos hacían lo mismo que le había hecho su novia. Le volvió a pasar lo mismo, se enteró más tarde de lo que le había pasado: él, estando borracho, les había hecho meterse en peleas y se había portado mal con ellos.

Lo que el alcohol borró de su mente también lo hizo para siempre.

Manuel Cabezas

El círculo de la vida

María era una mujer madura de 70 años. Era alta y, en sus tiempos, tuvo que ser una mujer bella, pero su mirada era triste y desoladora. Desde que fue madre estuvo sufriendo con su marido por culpa del alcohol; vivió años muy duros hasta que este falleció por su enfermedad a causa de las bebidas. Ella sola fue capaz de enfrentarse a la vida y a tirar de sus cuatros hijos pequeños. Ojalá la desdicha de esta mujer se quedara ahí en esos años duros que pasó en su juventud, pero el fantasma del alcohol y las drogas volvía a llamar a su puerta. Su único hijo varón estaba enfermo y obsesionado con el alcohol y las drogas, era la propia imagen de su padre, aunque tuviera buen corazón  los vicios lo estaban transformando. Pidió ayuda a sus hijas ya mayores para solucionar el problema del pequeño de la casa. Pasaron meses muy duros yendo a centros de desintoxicación, ya que estaba muy afectado y era más grave de lo que la familia suponía.
Los médicos le advirtieron que si continuaba con la vida que llevaba le quedarían pocos años de vida, ya que su cuerpo estaba bastante castigado por los estragos del alcohol y las drogas. Miguel quería dejarlo, pero no podía, ya que era la medicina que necesitaba todos los días.
Pero su vida cambió en el momento en el que conoció a Lola, una enfermera que trabajaba en el mismo centro; ella le administraba la metadona que necesitaba, poco a pocofue soportando que la dosis fuera bajando hasta que se sintió limpio; de aquí surgió una buena amistad que luego se transformó en amor.
María, desde hace años, no sonreía, y ahora lo hace porque se siente tranquila de que su hijo vuelva a estar bien.


Miriam Ruiz

martes, 5 de mayo de 2015

Te quiero, fuera de mi vida.



Mi amor, desde que los bares son tu casa de fin de semana; el whisky, tu perfume y mi cuerpo, tu saco de boxeo; todo ha cambiado, como tu humor. No es que no te quiera.
Te quiero, bien lejos de mí.

Lucía Guerra

Esas líneas

Fiesta y beber era lo que a mí me gustaba en vez de estudiar. Empecé con el alcohol a las 12 años y ya tengo 28 y aquí me encuentro, en el hospital.
Mi muerte está cerca, solo veo pasar a médicos haciendo todo lo posible para que no me muera. Escucho voces diciendo que tengo el hígado muy afectado... Ahora pienso y me arrepiento de todo lo que llevo bebiendo, cosa que te conduce a la muerte. Y sí, así me encuentro yo, a punto de morir, pero me salvaré. 




Desde que escribí esas líneas no vuelvo a beber.

Rocío Márquez