martes, 12 de mayo de 2015

Familia

Un buen hombre llevaba una vida normal. Tenía 40 años cuando empezó a tener problemas, sobre todo con la familia, que para él era lo que más le dolía.
Tenía su familia, con su mujer, su hijo de unos quince años, y su hija con veinte años.
Su mujer y él cada día se entendían menos y delante de sus hijos no se escondían para discutir. Sus hijos, desesperados, ya les suplicaban que se quisieran como siempre y les dieran un por qué se estaba rompiendo la familia, ellos lo notaban.
Este hombre tenía una persona a su lado, un buen amigo para él, que le decía que dejara a su familia en casa y saliera con él de fiesta (porque le comentaba que así se olvidaría de sus problemas).
Noche tras noche abandonaba a su familia porque junto al alcohol no pensaba en sus problemas.
Tres años duros y desesperados para todos hicieron que sus hijos maduraran y quisieran vera al padre. Decidió la mujer irse con ellos y , al volver una madrugada, vio que no se encontraban allí y leyó la carta de despedida.
En ese momento ni todo el alcohol que se bebió esa noche hizo que se olvidara de esa noticia.
A raíz de ahí pensó que aumentando la cantidad de alcohol se le quitarían los problemas.
Y a día de hoy, después de unos veinticinco años, se ve solo, sin destino y sin fuerzas, aun sabiendo que su familia de sangre no le fallaría.

Nerea Mohedano

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