lunes, 12 de octubre de 2015

Abanico de sensaciones

Sentía miedo a que llegase cada noche a casa oliendo a alcohol, a esa mano violenta que no podía esquivar, a que mi hija me encontrase en el suelo. Me hacía sentir pequeña y yo lo permitía. Mi vida se apagaba poco a poco. Una mañana vi a mi niña darme un pañuelo para la sangre y diciéndome te quiero hizo que desapareciese el dolor. En ese momento la persona más pequiñita de mi casa consiguió hacerme grande. Cogimos nuestras cosas y nos fuimos. Era todo un abanico de sensaciones pues después de mucho tiempo volvía a ser feliz. 


José Antonio Luna Lorenzo 

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