En un principio se pintaba los labios para expresar su alegría, su confianza, su sorpresa, su amor, para que aquel marido que la idolatraba estimase aun más el apetito de sus besos...
Cuyo trance se fugó tras despabilarse el aliento de alcohol. Desde ese instante entabló una relación entre sus labios y la mercromina, tiñendo el miedo, la tristeza, el asco, la furia, el remordimiento… Convirtiéndose en una diana hasta que un día fue cuando él acertó dando en el blanco.
MªÁngeles García Checa
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